La Ruta graveolens o Ruda lejos de ser solo una planta para ‘espantar las malas vibras’, es una trabajadora incansable y una joya estética para cualquier jardinero aficionado. Si estás pensando en incluirla en tu hogar, te sorprenderá todo lo que puede ofrecer.

La Ruda es una centinela aromática (y repelente). Desprende un aroma muy intenso y peculiar que para muchos insectos es desagradable. Si la colocamos cerca de rosales ayuda a mantener a raya a los pulgones, o en los bordes del huerto para disuadir a moscas y mosquitos.

Incluso se sabe que a los gatos no les gusta nada su olor, por lo que puede ayudarnos a proteger zonas delicadas de sus visitas.

Las hojas de la Ruda no son de un verde cualquiera; tienen un espectacular tono verde azulado (glauco) que crea unos contrastes preciosos con plantas de follaje más común.

Su textura, finamente dividida, aporta ligereza y un aire casi de helecho. En verano, se corona con unas florecillas amarillas que, aunque pequeñas, son muy vistosas sobre ese fondo azulado.

Es perfecta para jardines de bajo mantenimiento, ya que es una campeona de la resistencia. La ruda adora el sol y tolera muy bien la sequía una vez que está bien establecida.

Esto la convierte en la candidata ideal para jardines de estilo mediterráneo, rocallas o esas zonas de tu jardín donde el riego es más complicado. Su porte compacto y redondeado la hace perfecta para crear borduras bajas o delimitar caminos.

Parece contradictorio, pero la Ruta graveolens o Ruda es un pequeño refugio para la Biodiversidad porque aunque repele a ciertos insectos, atrae a otros que son beneficiosos.

Es especialmente famosa por ser una de las plantas anfitrionas preferidas de la oruga de una de las mariposas más bellas de la península: el Macaón (Papilio machaon). Tener una ruda en el jardín es una invitación directa para que este espectáculo alado se deje ver.

Como ves, la ruda es mucho más que una simple planta; es una herramienta de control biológico, un elemento decorativo de primer orden y una puerta a un jardín más vivo y sostenible.

El origen de la Ruta graveolens.

Es una parte fundamental conocer el DNI de una planta, nos dice muchísimo sobre cómo cuidarla.

La ruda pertenece a la familia de las Rutáceas (Rutaceae). Este nombre quizás no nos suene de primeras, pero es un clan de lo más ilustre y aromático. Para que nos hagamos una idea, ¡son la misma familia que los cítricos!

Limoneros, naranjos, mandarinos, pomelos… todos ellos son primos lejanos de la ruda. Ahora podemos entender de dónde viene esa facilidad para emitir olores potentes, ¿verdad? Es un rasgo de familia.

La Ruta graveolens es una planta autóctona del sur de Europa y la cuenca Mediterránea. Ha crecido desde hace milenios bajo el mismo sol y sobre la misma tierra que nuestros olivos y romeros.

Este dato es clave y nos revela que es una planta acostumbrada al calor, a veranos secos y a no ser demasiado exigente con el suelo.

Aunque su nombre científico es Ruta graveolens (que en latín viene a significar algo como ‘la ruta de olor fuerte’), en España la conocemos por muchos nombres. El más común y extendido por todo el territorio es, sin duda, Ruda.

Dependiendo de la zona, también podremos oír que la llaman Arruda o Rúa. Y como no podía ser de otra forma, el cariño popular le ha dado apodos que cuentan su historia, como Ruda de los huertos, Ruda común o Hierba de la gracia, que evoca todos esos usos mágicos y protectores que se le han atribuido durante siglos.

Características de la Ruta graveolens o Ruda.

La Ruda es una planta que gana muchísimo cuando se la observa de cerca. No es solo un arbusto verde; es un pequeño universo de formas, texturas y colores.

La raíz no la vemos, pero es el ancla de su fortaleza. La ruda tiene una raíz principal fuerte y profunda, que es la que le permite buscar agua y resistir tan bien los periodos de sequía. De ella salen raíces secundarias que la afianzan al terreno.

La base de la planta es leñosa, de un color pardo o grisáceo, lo que le da ese aspecto de arbusto resistente y perenne. De esta base leñosa surgen los tallos más jóvenes, que son verdes, más flexibles y es donde se concentra el follaje más vistoso. Con el tiempo, estos tallos también se irán volviendo leñosos desde la base.

En las hojas reside gran parte de su encanto. Estas son la firma inconfundible de la ruda. Tienen un espectacular tono verde-azulado o verde-grisáceo (glauco).

Son hojas compuestas, es decir, cada ‘hoja’ que vemos está en realidad formada por muchos folíolos más pequeños, dándole un aspecto delicado y plumoso. Al tacto son carnosas y están repletas de pequeñas glándulas que contienen los aceites esenciales responsables de su potente aroma.

La Ruda se viste de fiesta desde finales de primavera y durante casi todo el verano, dependiendo del clima, con la floración. Es su momento de máximo esplendor.

Produce ramilletes de flores en la punta de sus tallos. Cada flor es una pequeña joya amarilla que suele tener cuatro o cinco pétalos de un amarillo intenso y con los bordes ligeramente ondulados o dentados.

En el centro podemos apreciar un pistilo verde y brillante, rodeado por los estambres que es un festín para los insectos polinizadores.

Una vez la flor es polinizada, se transforma en el fruto. Es muy característico: una pequeña cápsula de color verde que se va tornando marrón al madurar. Tiene una forma redondeada con 4 o 5 ‘lóbulos’ o compartimentos bien marcados.

Dentro de esa cápsula, en cada compartimento, maduran las semillas. Son pequeñas, de color negro y con forma arriñonada o de media luna. Si dejas que los frutos se sequen en la planta, se abrirán y liberarán las semillas, permitiendo que la Ruda se reproduzca por sí sola en el jardín.

Cuidados de la Ruta graveolens o Ruda.

La Ruta graveolens o Ruda es una planta agradecida y resistente, ideal para quienes se inician en la jardinería. Su secreto no está en darle muchos mimos, sino en entender su naturaleza mediterránea y darle justo lo que necesita.

¡Sol, sol y más sol! La Ruda necesita un baño de sol directo durante varias horas al día para crecer feliz y compacta. Buscaremos el rincón más soleado del jardín o del balcón, ese lugar donde otras plantas se achicharran. Ella estará en su salsa.

Lleva el calor en los genes. Soporta a la perfección los veranos intensos de toda España. También es muy resistente al frío, aguantando heladas ligeras. En zonas de interior con heladas muy fuertes y prolongadas, puede que la parte aérea se queme un poco, pero no hay que preocuparse, lo normal es que rebrote con fuerza desde la base en primavera.

Es una planta que odia los encharcamientos, por lo que es condición indispensable que el suelo drene muy bien. No es nada exigente en cuanto a suelo, crece feliz en suelos pobres, calcáreos e incluso pedregosos. Si la tierra es muy arcillosa y compacta, debemos mezclarla con un poco de arena o grava para mejorar la evacuación del agua.

En cuanto al riego de la Ruda, es más fácil matar una ruda por exceso de agua que por sequía. Durante su primer año hasta que se establezca bien, debemos regar la planta de forma regular (sin encharcar).

Cuando sea adulta, en verano regaremos solo cuando la tierra esté completamente seca. En invierno, con el agua de la lluvia suele tener más que suficiente. Ante la duda, no regaremos.

No necesita abono. De hecho, un exceso de nutrientes (sobre todo de nitrógeno) la perjudica, haciendo que crezca débil, alargada y con menos aroma. Se ha desarrollado en tierras pobres, así que dejaremos que viva en su austeridad.

La poda es importante para que no se vuelva leñosa y despoblada por la base. Así que lo haremos a finales de invierno o principios de primavera, justo antes de que empiece a brotar.

Recortaremos el arbusto a un tercio de su tamaño. Esto fomentará un crecimiento mucho más denso y compacto desde la base, dándole un aspecto redondeado y juvenil. También podemos ir cortando las flores marchitas durante el verano para alargar la floración.

Si necesitamos cambiarla de sitio o pasarla a una maceta mayor, lo haremos en primavera u otoño, evitando los días de calor o frío extremo. No suele sufrir mucho con los trasplantes.

Hay dos formas para reproducirla. Por semilla, recogiéndolas de las cápsulas secas al final del verano y sembrándolas en primavera. Un método más fácil y rápido es por esqueje a finales de primavera o en verano.

Plagas y Enfermedades de la Ruda.

La Ruda es su propio insecticida. Su potente olor mantiene a raya a la mayoría de plagas comunes como el pulgón o la mosca blanca. Sus problemas casi siempre derivan de un mal cuidado.

Si vemos que la Ruda amarillea, se pone lacia y la base del tallo está blanda, seguramente estamos regando demasiado. La pudrición de la raíz es su talón de Aquiles.

La Ruda tiene un invitado de honor. Debemos disfrutar y no hacer nada si tenemos la suerte de ver unas orugas verdes y negras muy llamativas comiendo sus hojas. ¡Son las larvas de la mariposa Macaón! Debemos considerarlo un privilegio y no una plaga. Dejaremos que disfruten su manjar; la planta se recuperará y nosotros estaremos ayudando a una especie maravillosa.

Así que, cuando plantemos una ruda, no solo estamos poniendo un arbusto en el jardín, estamos invitando a un pedacito de la historia y el paisaje mediterráneo con un árbol genealógico de lo más distinguido.

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